viernes, 4 de enero de 2013
LA SITUACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA EN ESPAÑA
LA SITUACIÓN DE LA CLASE TRABAJADORA EN ESPAÑA
Vicenç Navarro
Catedrático de Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra y
Profesor de Public Policy. The Johns Hopkins University
3 de enero de 2013
El Instituto de Política Económica (The Economic Policy Institute) de
EEUU es uno de los centros de análisis económicos más rigurosos
existentes en aquel país. Sus informes tienen gran impacto en el
establishment político del gobierno federal. Y sus trabajos tienen gran
resonancia en los mayores medios de información estadounidenses.
Publica cada dos años el informe The State of Working America, en el
que analiza la situación de la población trabajadora en EEUU. Es, sin
lugar a dudas, el estudio más elaborado y detallado del mercado
laboral así como de las condiciones del trabajo en EEUU.
Incluye también datos internacionales que permiten comparar la
situación de la población trabajadora, no sólo en EEUU, sino también
en los países de la UE-15 así como en Canadá, en Australia, en
Japón, en Noruega y en Suiza, países todos ellos de semejante nivel
de desarrollo económico que EEUU. Sería de desear que tal informe
se tradujera al español pues tiene gran cantidad de información
relevante para España. Es hoy en día el estudio más detallado que
existe de la situación laboral y social de la población empleada en
aquellos países, incluida España, y muy en particular de sus clases
trabajadoras, permitiendo comparaciones de gran interés.
Muestra por ejemplo que los salarios bajos (la decila inferior de la
población empleada) en España son más bajos (un 79%) que los
salarios más bajos de EEUU, que es a su vez, uno de los países
analizados donde los salarios bajos son más bajos. La decila inferior
de la población empleada tiene un salario promedio que es el 47% del
salario medio en EEUU. En España es el 60%.
Esta es una de las causas de que pobreza relativa (que es la mitad de
la renta media del país) sea, tanto en EEUU como en España, de las
más altas (14% en España, 15,7% en EEUU) de aquellos países. La
situación es incluso peor entre los infantes. La pobreza infantil es un
23,1% en EEUU y 17,1% en España, siendo estos dos países los que
muestran mayor pobreza infantil. El hecho de que la pobreza sea
mayor en EEUU que en España a pesar de que los salarios más bajos
sean más bajos en España que en EEUU se debe, en gran parte, a
que hay más personas empleadas en EEUU que en España, y ello se
debe, también, en parte, a que el empleo público (empleo financiado
con fondos públicos) es mayor en EEUU que en España, dato que
sorprenderá a mucha gente en España, donde la sabiduría
convencional económica, de talante liberal, está sistemáticamente
equivocada y cree que el empleo público en nuestro país está
sobredimensionado. El Estado federal de EEUU, es uno de los
empleadores públicos más importante de aquellos países, resultado
de la enorme extensión de sus fuerzas armadas y también de la gran
extensión de la población reclusa. Si tales sectores de la población
empleada no estuvieran empleados, el desempleo en EEUU sería
mucho más elevado que el hoy existente (7,7%).
A pesar de tales intervenciones públicas, el hecho es que la pobreza
de EEUU es, junto con la de España, de las más elevadas hoy en
aquel grupo de países, y ello se debe, además de la pobreza de los
salarios en ambos países, a la escasa capacidad redistributiva de sus
Estados. Así en EEUU, el 27% de la población sería pobre sino
interviniera el Estado federal y estatal (equivalente este último al
autonómico en España). Una vez este Estado interviene, la pobreza
baja a un 17,3%, es decir un bajón de 9,7 puntos. En España, tal
reducción es algo mayor. Debido a la intervención del Estado, la
pobreza baja 13,2 puntos, siendo una de las reducciones más
limitadas y más bajas, junto a la de EEUU, entre los países
estudiados. Como punto de comparación, el Estado francés reduce la
pobreza 25,4 puntos, Alemania 23,6 puntos, Finlandia 22,1 puntos, y
así un larga lista. El Estado redistribuye muy poco tanto en EEUU
como en España. De ahí que sean los países más desiguales dentro
del grupo de países analizados.
El Estado estadounidense y el Estado español se caracterizan por,
además de ser poco redistributivos, tener escasa sensibilidad social.
Sus gastos públicos sociales como porcentaje del PIB (22% España,
18% EEUU) son de los más bajos de la lista de Estados analizados.
Francia y Suecia, por el otro lado, son los Estados que tienen
mayores salarios y mayor impacto redistributivo de sus Estados, así
como mayor gasto público social.
La situación se está empeorando
Hoy, la situación de la clase trabajadora española se está
empeorando resultado de las políticas iniciadas por el gobierno
Zapatero y acentuadas mucho más por el gobierno Rajoy, y que
incluyen unas reformas laborales que tienen como objetivo la
reducción de los salarios y unas políticas de austeridad que están
recortando el gasto público social, incrementando incluso más su
regresividad y escasa vocación redistributiva. Tales políticas se están
promoviendo para aumentar la “competitividad” de la economía
española y poder estimular las exportaciones que supuestamente
sacarán a España de la crisis.
Tal argumento, ampliamente aceptado también por la sabiduría
convencional económica neoliberal, olvida que durante estos años de
crisis las exportaciones españolas han ido aumentando a la vez que
los salarios han ido bajando sin que ello haya repercutido en reavivar
y estimular la economía. Y ello como consecuencia de que la recesión
existente en España se debe precisamente a la escasa capacidad
adquisitiva de la población (resultado de la bajada de los salarios) y a
la reducción del gasto público (que contribuye al descenso de la
necesaria demanda). La sabiduría convencional que siempre
reproduce la visión de los grupos poderosos (tanto en las esferas
económicas y financieras, como en las culturales y mediáticas) que
dominan la vida política y mediática del país, está profundamente
equivocada.
La revolución de los ricos
José
María Mella
Catedrático
de la Universidad Autónoma de Madrid y miembro del colectivo econoNuestra
Acaba
de llegar a mis manos un libro recientemente publicado, que tiene el mismo
título que adopta este artículo, como obsequio de mi colega el profesor Santos
Ruesga, cuyos autores Carlos Tello y Jorge Ibarra son docentes de la
Universidad Nacional Autónoma de México. Debo decir que el libro, ya desde sus
primeras páginas, sorprende por la claridad de análisis y recuerda el siempre
afortunado aforismo de nuestro gran Baltasar Gracián: "lo bueno, si breve,
dos veces bueno". Breve y bueno, porque logra demostrar que el
neoliberalismo es la ideología que mejor defiende los intereses de los ricos.
Tres
son las dimensiones tratadas, de gran relevancia a día de hoy, que interesa
destacar aquí: los antecedentes de la crisis económica actual, los rasgos
básicos de la doctrina neoliberal y el crecimiento/la redistribución de la
renta.
Los
antecedentes de la llamada "gran recesión" presente hunden sus raíces
en la ruptura del contrato social (seguridad, estabilidad y equidad) vigente en
el mundo occidental desde la segunda posguerra hasta comienzos de los setenta
del pasado siglo (durante la "Edad de Oro del Capitalismo") y la
aplicación del principio de menos Estado y más Mercado/menos estructuras
colectivas y más individualismo, impuesto por los
gobiernos de Thatcher y Reagan en los ochenta.
Antecedentes
a los que hay que añadir el desmantelamiento del Estado de Bienestar y la
privatización de los servicios públicos, la precarización del empleo y el
abandono de la protección social redistributiva y, por último pero no menos
importante, la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la Unión
Soviética como contrapeso e inicio de la pertenencia del mundo al capitalismo
neoliberal.
La
doctrina neoliberal descansa en los supuestos de la escuela económica
neoclásica, de los monetaristas y los teóricos de las expectativas racionales.
La escuela neoclásica establece que los mercados se auto-regulan de manera
eficiente y la economía tiende al equilibrio estable de pleno empleo con
flexibilidad de precios y salarios. Los monetaristas consideran el
control de la oferta de dinero como instrumento fundamental para contener la
inflación. Y los teóricos de las expectativas racionales creen que los agentes
económicos son capaces de conocer y anticiparse a las consecuencias futuras de
las decisiones actuales en economía. Los neoliberales suponen, además, que la
reducción del gasto público ("austeridad") y los impuestos sobre la
producción/la renta y los beneficios (pero aumentándolos sobre el consumo) son
condiciones para el crecimiento.
Estos
supuestos chocan con la realidad de que los mercados no son siempre eficientes
ni de pleno empleo ni flexibles, ni que la inflación no depende sólo de la
cantidad de dinero, ni que las predicciones futuras no son independientes de la
incertidumbre ni que los agentes no tienen todos la misma información
(aparte de ser incompleta e imperfecta), ni tienen en cuenta que la inversión
pública estimula a la economía ni que se reducción (así como la disminución de
impuestos a los ricos y el aumento de los mismos a la mayoría de la población)
la deprime.
Estas
ideas son las dominantes en la mayoría de los gobiernos, la academia, las
fundaciones, los centros de pensamiento ("think tanks") (patrocinados
por los lobbies económico-financieros) y los medios de comunicación;
aunque no soporten la prueba de la práctica y la evidencia empírica. Pero
predominan porque entre riqueza y poder hay una estrecha relación en virtud de
la cual aquélla sirve para influir y acceder a éste, y viceversa, el poder
sirve para buscar y acumular rentas y enriquecerse por parte de quienes lo
detentan.
En
efecto, el resultado de la aplicación de esta doctrina bajo el "régimen
neoliberal" (1973-hasta la actualidad) en comparación con la de las ideas
del keynesianismo (intervención del gobierno en la economía, mediante la
política fiscal, para impulsar la demanda de consumo e inversión) en la
"edad de oro del capitalismo" (1950-1973) es concluyente: menos
crecimiento, más desempleo, más recesiones, más convulsiones financieras, mayor
concentración de la riqueza, menor bienestar y mayor desigualdad social en la
distribución de la renta.
No
hay duda que, como figura en el encabezamiento de la referida obra, las
declaraciones del norteamericano Warren Buffet al The New York Times (26/11/2006),
una de las personas más ricas del mundo, son tan certeras como cínicas
"Desde luego que hay una guerra de clases, pero es mi clase, la clase
rica, la que la está haciendo y estamos ganando".
En
suma, es cierto que la revolución de los ricos está venciendo, pero no
convenciendo; ni las mayorías sociales ni la buena marcha de la economía lo
permitirá. "Las empresas-y los gobiernos y los ciudadanos, añadiría yo-
deben adoptar la idea de que una sociedad más justa e igualitaria es buena para
todos, porque crea estabilidad y un mercado interno más grande..."
(Krugman). Pero para esto-hoy como siempre- se necesitan nuevas ideas que se
enfrenten a las viejas, organización, liderazgo y lucha.
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